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Letras Libres. Diciembre De 2003
Círculo de Lectores, en colaboración con Tusquets, organizó el
pasado octubre un encuentro para discutir la más reciente novela de
Jorge Semprún Veinte años y un día . Emilio Lledó, Xavier
Antich, José María Ridao y el propio Semprún nos hicieron recordar los
mejores años del debate intelectual en España en una sesión en que se
habló de la necesidad de la memoria para garantizar el futuro.
Presentamos el acta de aquella tarde de prodigios.
Emilio Lledó: No voy a
hablar tanto de esta novela, sino de algo que está enraizado en el fondo
de ella, y que es |la vida, la memoria, la experiencia de Jorge
Semprún. Revolviendo entre mis papeles encontré un artículo de Semprún
de hace ya casi quince años. Decía ahí que cada vez que alguien menciona
la palabra Grecia, se acordaba de la plaza de Santa Ana. ¿A qué se
refería Jorge? Aristóteles decía que en el fondo de la psyche, en el fondo del alma, en el fondo del logos ,
en el fondo del lenguaje, en el fondo de la palabra, en el fondo de la
comunicación, está la memoria. Pues bien, Jorge escribía entonces que
las fulguraciones de su memoria le hacían ir desde Grecia a la
plaza de Santa Ana: "Se me ocurre que en torno a aquella imagen de la
plaza de Santa Ana y a sus arborescencias y proliferaciones podría
reconstruir todo mi itinerario vital." En esa plaza nos conocimos hace
ya muchos años. Mejor dicho, conocí a Federico Sánchez. Esto debía de
ser en el año 56. Yo acababa de llegar de Alemania y llevaba unos meses
en Madrid y me volvería a ir a finales del 56, otra vez a Alemania. Pues
bien, lo que yo no sabía era que para su itinerario vital habían sido
tan importantes aquellas reflexiones tan inocentes, y por otra parte
peligrosas, sobre el invento de la democracia en Grecia y la necesidad
de que ésta se halle siempre acompañada de la educación.
Movido por esto, yo quisiera hablar de qué es eso de la memoria, la mnéme .
Los griegos fueron los primeros teóricos de esa extraña palabra.
Aristóteles decía que la memoria era la sensación y lo que queda de las
sensaciones, pues sólo los seres humanos son capaces de repetir las
sensaciones, de tener sensaciones y de que no se les pierdan en el
latido de los días, en el latido de la existencia, en el latido de la
angustia de vivir, de la necesidad de vivir; sólo los seres humanos son
capaces de asimilar las sensaciones en la psyche , en el ánimo, en la mente, en el logos ,
y de hacer la palabra, más allá o más acá del latido, del instante, de
la punzada del presente, de la punzada de cada latido de nuestro
corazón. Porque estamos atados a ese latido, y no es una metáfora:
nuestro corazón va dando latidos y esa pulsada de la sangre es lo que
hace el presente, pero el presente que está fluyendo, que está
desapareciendo, que está, como decía el viejo poeta griego, a caballo de
los días. Pues bien, de esos múltiples latidos, de esas múltiples
experiencias, el filósofo griego nos decía que, a pesar de tener muchas
memorias, muchos actos de memoria, somos una única memoria. Cada uno de
nosotros es un bloque de memoria. Y por eso somos inconfundibles, somos
lo que decimos, lo que hablamos, pero ese hablar, ese decir, no es un
decir disgregado, no es un decir suelto, como podría serlo por esos
latidos sueltos de nuestros corazones, sino que somos latidos
enhebrados, coherentes. Y esa coherencia es justamente la memoria: somos
porque hemos sido.
Jorge Semprún: Quisiera prolongar un
poco lo que acaba de recordar Emilio. En ese verano del 56 yo venía de
un pleno del Comité Central del Partido Comunista de España donde se
había dado un golpe fuerte a la vieja dirección estaliniana de Uribe,
Dolores Ibárruri, etcétera, y los jóvenes del partido, o sea los
Claudín, los Carrillo y los Sánchez, habían tomado el poder. Ese verano
Federico Sánchez está en la plaza de Santa Ana hablando con Emilio
Lledó. Pero resulta que la plaza de Santa Ana es la plaza donde está la
cervecería La Alemana , o sea, la plaza adonde iban los toreros y los
Dominguín. Así que entramos aquí en la novela, porque Domingo Dominguín
es personaje de la novela, y quizá el personaje central, ya que es el
verdadero narrador. Es el que por primera vez cuenta la historia que
aquí se intenta narrar, la cuenta tres veces y la última es decisiva,
porque la cuenta delante de Juan Benet, y Juan Benet, que no sabe muy
bien quién es ese Agustín Larrea con el cual está hablando, pero sabe
que es un responsable más o menos importante del Partido Comunista,
dice: "Oye, ese asunto que cuentas parece de novela. Y parece de novela
de Faulkner." O sea que ahí nace ya la novela, entre Domingo y Juan
Benet comienzan a escribirla.
José María Ridao: Cuando íbamos a
entrar me decía Emilio que no iba a resistir la tentación de hablar de
filosofía en referencia al libro de Jorge Semprún. Jorge, por su parte,
habla además de política y de historia. Lo único que se puede sentir es
envidia. Porque en los últimos años ha sucedido que la narrativa parece
una cosa y el ensayo otra, de manera que lo que ha perdido densidad es
la actitud intelectual, es decir, el juicio intelectual sobre las más
diversas materias. Lo primero que llama la atención en la novela de
Jorge Semprún y en la conversación que éste mantenía con Emilio es
justamente que se recupera una actitud intelectual que en los años
sesenta era normal, o sea, cualquier novelista europeo o español de esos
años se manifestaba igual a través de un relato que de un ensayo o
cualquier otro género, o de un artículo periodístico, sin que
automáticamente hubiera una frontera entre una cosa y la otra. No
estamos ante una novela intelectual, no es esto lo que quiero decir,
sino simplemente ante literatura, esto es, ante una mirada hacia una
realidad múltiple que abarca desde la sexualidad especial de algunos
personajes hasta la propia realidad política del país.
La segunda cuestión que quería traer a
colación es que, a diferencia de Emilio, yo no conocí a Federico Sánchez
sino a Jorge Semprún. Para mí esto tiene una importancia decisiva,
porque conocer a Semprún supuso conocer que muchas de las razones por
las que se había estado en el antifranquismo, desde nuestra convicción
democrática de hoy, difícilmente podríamos avalarlas. Y es que durante
los últimos años hemos asistido a un fenómeno curioso: el hecho de haber
estado contra Franco desde posiciones que hoy no avalaríamos parece que
hace mejor el no haber estado contra Franco. Para mí fue, pues, muy
importante conocer a Jorge Semprún y no a Federico Sánchez, es decir,
conocer a quien hacía la crítica de las posiciones del antifranquismo
justamente para identificar desde qué posición tenemos que verlo hoy.
En buena medida, la novela de Jorge da respuesta a
esta posición. En los últimos años se está llevando a cabo una relectura
de la historia, se está reforzando toda la lectura ultramontana de
nuestro pasado intelectual. No es que se critique, por ejemplo, a la
Generación del 98 en lo que tiene de alimento retórico y, muchas veces,
conceptual de los movimientos más intolerantes españoles, sino que se
dice, por el contrario, que el 98 fundamenta la modernidad española. No
es ya que muchos autores que hoy pasan por representantes del
pensamiento liberal español difícilmente lo fueron o, mejor, que para
hacerlos representantes del liberalismo español haya que tomar sus obras
completas y recortarlas cuidadosamente. Es que se nos dice que, en
efecto, el liberalismo pasa por estos autores. Uno de ellos, que aparece
en la novela de una manera crítica, es Ortega. Y es que en Veinte años y un día
hay, además, una mirada crítica hacia ese pasado intelectual. Tenemos
entonces que la novela es, como propuesta intelectual,
extraordinariamente rica. Asimismo, Semprún -y ésta es una de las
grandes novedades de esta obra frente a otros de sus textos- ofrece una
visión del antifranquismo en la que también se ve el franquismo: se ve
cómo actúan, cómo viven las familias franquistas.
Xavier Antich: Recogiendo alguno de los
hilos que el profesor Lledó y Ridao plantean, creo que hay dos formas de
acercarse al deslumbrante texto de Jorge Semprún que no son
contradictorias. Una es el peso de la memoria, que seamos
fundamentalmente memoria. Por otra parte -y éste es uno de sus aspectos
más subversivos- está la revuelta contra el olvido, contra esta
relectura de la historia, relectura del pasado borrado de la propia
memoria o de todo aquello que ha ocurrido en este país. Quiero referirme
a una imagen que estos días se me presentó de forma obsesiva pensando
en Veinte años y un día . Es una imagen de una pareja de
treintañeros, fotógrafos, valencianos, que están exponiendo en Frankfurt
una serie fotográfica titulada Campos de batalla . Es una
serie de dípticos en los que se ven paisajes, campos de trigo, bosques
de pinos, arrabales, pero ninguna presencia humana, y que debajo
simplemente ponen: Navas de Tolosa, Bailén, Calatañazor, etcétera. Es
decir, se trata del testimonio de esos paisajes, de los que sólo se
preserva un nombre que da, en cierto modo, el termómetro de las
barbaridades cometidas ahí. Pues pensando en estas imágenes adivinaba
por qué Veinte años y un día a mí me ha parecido, más allá de
un relato literariamente magnífico, un relato necesario. Lo es por ser
eso mismo que aparece en las fotografías: un combate contra el olvido. Y
es que quién sino Jorge Semprún puede atreverse a plantear una novela
con acontecimientos de los muertos del 18 de julio del 36 que no sólo
habla de esos muertos, sino que encima habla de lo que se ha hecho
durante cuarenta años con ellos, y de cómo se ha escrito una determinada
historia cuyo recuerdo en cierta manera nos interpela todavía hoy.
Pienso que era eso lo que me parecía necesario en el texto de Jorge
Semprún, más allá de sus virtudes literarias: la necesidad de esta
lucha, que no es sólo de esta novela sino en cierto modo de toda su
trayectoria literaria. El hecho de que esto se haga no desde el campo de
la historia, sino desde el territorio híbrido de la literatura, lo hace
un ejercicio doblemente necesario. Porque hay otra forma de olvido, que
es el olvido a través de la historia. Ese olvido que en cierto modo
fosiliza los acontecimientos, casi convirtiéndolos en momias de algo que
porque ya está ahí y ya está contado no hace falta volver a ello. Me
parece que Veinte años y un día , aparte de otras virtudes,
tiene este inmenso mérito de rescatar esa verdad que quizá sólo la
ficción rescata. Jorge Semprún lo dice apropiándose de la reflexión de
Boris Vian cuando dice que "todo es verdad porque me lo he inventado
todo". Roland Barthes decía que toda fotografía es una lucha contra la
muerte, una lucha para que la fotografía no sea la muerte. George
Steiner, de acuerdo con Platón, lo aplicaba a la escritura, y decía que
toda escritura es una apuesta contra el olvido. Veinte años y un día
es entonces la apuesta por la memoria en un país tan olvidadizo, tan
desmemoriado, con ese tipo de olvido y de desmemoria que siempre
beneficia a los mismos y perjudica a los mismos. El rescate de esas
pequeñas vidas, esos pequeños o grandes deseos aporta al relato de Jorge
Semprún, a mi juicio, una dimensión más que literaria, una dimensión
moral, una auténtica dimensión política.
JS: Algo sobre la memoria. A mí personalmente me
ha emocionado que casi a la vez en tres libros de tres autores
diferentes aparezca la historia de las trece rosas. En la historia
legendaria de la resistencia antifranquista las treces rosas tenían un
papel fundamental. Trece muchachas de la juventud comunista de Madrid se
reúnen en los primeros meses de la dictadura de Franco. Un célebre
comisario de la Brigada Político-Social se entera de la reunión, las
ayuda en cierto modo a organizarla, y, cuando se ha desarrollado esa
organización, las caza y las manda fusilar. Hay un libro de Jesús
Ferrero que se llama Las trece rosas . Y en el libro de Dulce
Chacón de la cárcel de mujeres comunistas en Ventas se nos cuenta en
detalle su historia. ¿Por qué fenómeno misterioso de la memoria
colectiva llega a la literatura casi en las mismas fechas el dato de las
trece rosas? ¿Cómo resurgen las trece rosas a la vez? ¿Qué sentido
tiene hoy que hablemos de las trece rosas? Me parece que ya eso en sí
podría ser otra novela, o por lo menos un ensayo.
En esta
reconstrucción de la memoria hay varias cosas que se han ido haciendo.
Cuando escribes una novela no sabes muy bien desde el primer momento a
dónde vas. Yo no estoy de acuerdo con los escritores que dicen que los
personajes obligan al escritor a decir esto y lo otro. El autor es
novelista, y es lo que más se parece a Dios en esta tierra. Pero en
algún momento lo que uno ha inventado no es que se objetive, pero sí
adquiere algo que no estaba totalmente claro. Una de mis intenciones era
buscar en la ficción y en la realidad, porque en el libro se mezclan
ficción y realidad, para hacer un homenaje a los comunistas. Hacer una
crítica a los dirigentes y un homenaje a los comunistas (eran gente
estupenda, los militantes comunistas españoles en la época de Franco). Y
para eso me ha ayudado mucho Domingo Dominguín, que tenía un personaje
que yo en el libro he llamado Perales, pero que en verdad se llamaba
Canales. Y en el libro cuento cómo Domingo Dominguín decía: "Tendríamos
que crear el marxismo-canalismo. Y Canales sería nuestro secretario del
Interior y en vez de tener que ir a Praga o a Moscú, consultábamos en
Quismondo con Canales." Y yo no me atrevía a decirle a Domingo cuántas
muertes había habido por intentar que Canales o los Canales dirigieran
el partido desde dentro de España y no esperando las instrucciones de
fuera. O sea que en el homenaje a los comunistas está Perales, y está
ese personaje emblemático que yo me he inventado con muchas realidades,
Juan José Castillo, que tiene un buen día la emoción de ver cómo su
hija, a la que no ha hablado nunca del partido ni del comunismo para
protegerla, le trae una propaganda del partido. A la vez quería hacer
una crítica; en sentido crítico aún se pueden decir muchas cosas de la
historia grandiosa, trágica, heroica y mortífera y miserable del pce en
aquellos años durísimos.
ELL: Comentemos la idea de que la patria de un
escritor no es la lengua sino el lenguaje. Yo creo que la patria del
escritor es la lengua y no el lenguaje. El lenguaje es un sistema
universal de los seres humanos que hace muchos siglos empezaron a sentir
su soledad como individuos y a necesitar comunicarse para defender el
clan familiar, la tribu o lo que fuera. Pero la lengua es lo que somos,
lo que nos hemos hecho, el lugar desde donde hablamos. Este libro no
podría haber sido escrito nunca en un lenguaje, sino desde una lengua. Y
esa lengua es su experiencia, su vida, su compromiso. Entre las muchas
admiraciones que he tenido por Jorge es que, en aquella plaza de Santa
Ana, Federico Sánchez se estaba jugando el tipo. Ponía su vida en juego,
y no le salvaba el ser quien es. Y ésa es su lengua. Él no estaba en un
lenguaje, él estaba en ese tipo que se jugaba, en esa experiencia que
había asumido y ese compromiso de decencia. Pues bien, ese compromiso
personal era su patria. No tenemos patrias universales, no existen los
universales. Sólo existen los particulares, los hechos concretos, lo que
pasa es que los seres humanos los levantamos en esquemas universales y
teóricos donde se alumbran, donde conviven, donde fluyen y donde
-perdonadme la palabra- se globalizan (yo diría: se universalizan). No
nacemos en un mundo de objetos, sino sobre todo en un mundo de
significaciones. Y ese mundo de significaciones se nos pega a las
neuronas no como lenguaje sino como lengua, en este caso la lengua
materna.
JS: Estoy de acuerdo, salvo que la historia de
pronto hace que uno tenga dos lenguas. ¿Qué haces con los que tenemos
dos lenguas? ¿Cómo explicamos la doble patria? Porque en el momento en
que eres totalmente esquizofrénico y piensas y escribes igual de mal o
de bien en dos idiomas, ahí se plantea el problema de cuál es la patria
de verdad. Y se plantea la historicidad de esa patria y de esa lengua.
Yo puedo escribir en castellano por una razón histórica: porque estuve
deportado en un campo de concentración alemán donde había un colectivo
español de ciento cincuenta deportados y volví a sumergirme en el
idioma, en la lengua materna. Pero aquella madre estaba lejísimos de mí.
No voy a entrar en una discusión filosófica porque estoy de acuerdo
contigo y con Thomas Mann en la idea de que la patria es la lengua, pero
entonces yo tengo dos patrias. Una situación espantosa. Fíjate en el
trabajo que es ya tener una.
JMR: Quiero volver a la cuestión de la memoria. A
la vez que siento una enorme adhesión a estos proyectos de recuperación
de la memoria, debo confesar que siento una cierta incomodidad. Porque
cuando se habla de recuperar la memoria, ¿de qué hablamos exactamente?
Yo creo que todo el que dice que quiere recuperar la memoria lo que en
realidad está diciendo es: estoy inconforme con la memoria que hay. Es
importante subrayarlo, porque permite una mirada sobre lo que vive
nuestro país, sobre lo que vive Europa. Y es que esa memoria con la que
muchas personas se sienten incómodas es una memoria apoyada por el
poder. La gran novedad es que un determinado relato de la historia está
siendo apoyado por el poder. Esto ocurre en los movimientos
nacionalistas, pero ocurre también en poderes que no se reivindican como
nacionalistas, y sin embargo participan de esta consolidación de una
memoria oficial. La gestión del gobierno central en España es un buen
ejemplo. En los últimos años el poder político ha dado su apoyo a un
relato de la historia que es el del franquismo. Volvemos a contar la
historia de España exactamente como nos la contaron. En la transición,
los poderes públicos se mantuvieron neutrales frente al relato de la
historia. Yo creo que es importante, por supuesto, recuperar la memoria,
pero también que el poder político se limite a permitir que el debate
sobre el pasado esté donde debe estar: en el ámbito intelectual, en la
academia. Porque apoyar un relato en concreto lleva una vez más a lo que
estamos viviendo hoy, que es un fenómeno de olvido.
Hay también algo al menos tan grave, que es la mala interpretación. Durante siglos hemos leído Don Quijote
como una obra cuyo principal defecto es que tuviera un autor, un autor
que se opone claramente a la doctrina y a la ortodoxia católica,
inquisitorial, que impera en España. El propio Unamuno dirá que el
principal defecto del Quijote es que no sea anónimo. Y con
ello lo que hace justamente es forzar una mala interpretación que llega
hasta nuestros días, cuando tenemos que ver cómo determinados poderes
públicos que apoyan determinados relatos del pasado nos dicen ser
entusiastas de poetas como Cernuda, de autores como Azaña, de autores
que no es que estén en el olvido, al contrario, pero están profundamente
malinterpretados.
ELL: Me parece que éste es un tema central. Yo
creo que uno de los grandes momentos de la ciencia del siglo pasado
fueron los experimentos con los perros de Pavlov, la creación de
reflejos condicionados. Por eso ha habido poderes determinados que han
querido siempre hacerse con la educación. Te repiten desde niño esa
memoria acartonada o falsificada, que es todavía mucho peor, te la
repiten como el timbre y la comida de los perros de Pavlov. Yo he tenido
la experiencia, supongo que vosotros también, de que es imposible
dialogar con ciertas personas, pero no porque no entiendan el lenguaje
que tú utilizas, sino porque los reflejos condicionados, los grumos
mentales que se han creado en su cabeza, ya no permiten fluir al
pensamiento. Esa incomunicación se hace con una falsificación de la
historia. Por eso, uno de los tópicos más vacíos es el de la objetividad
de la historia. No podemos desligarnos de lo que leemos, de lo que
pensamos, de lo que escribimos, de lo que vamos a interpretar. Pero lo
importante es que esa subjetividad inevitable sea una subjetividad
limpia, dispuesta a criticarse, a juzgarse, incluso a retractarse.
Porque eso es lo que crea la fluencia de la vida. Cómo me impresionaba
hace muchos años, en mi primer contacto con Berlín, ver en una de las
plazas más importantes un gran monumento que decía: "Esta vergüenza no
la olvidaremos nunca", y enseguida venían todos los nombres de los
campos de concentración. Una de las cosas que aprendí en Alemania fue
cómo habían asumido los alemanes su historia. Con qué limpieza, con qué
valor.
XA: Seguramente, la mala interpretación de la
historia es el rostro más tremendo del olvido. Cuando no sólo se niegan
cosas que han pasado sino que se afirma que aquello que ha pasado es
exactamente lo contrario de lo que pasó, el olvido es doble, porque en
el sitio de aquello que se borra se inscribe otro relato. Yo creo que
por eso el relato de Jorge Semprún tiene ese valor con el que la cultura
alemana rescribe su propio pasado. Lo que me parece muy interesante es
que esto se haga a través de la verdad de la ficción, porque quizá es
sólo a través de esa verdad que se demuestra la honestidad con el propio
pasado. Acaso éste es el inmenso poder de la literatura: devolver a
través del relato novelesco esa vida que el relato oficial rescribe.
ELL: El prodigio de la literatura es poder
dialogar. Fijaos qué aburrimiento si sólo tuviésemos nuestro propio
monólogo interior de todos los días. Por muy libres que sean nuestras
neuronas, qué espanto si no pudiéramos dialogar con el Quijote o con Thomas Mann, o con Veinte años y un día . A propósito del Quijote ,
a mí me ha sobrecogido siempre algo que se dice en él. Viene Sancho de
su fracasado gobierno y se encuentra con aquellos peregrinos que llegan
de Alemania. Se sienta con ellos y dice: pero si tú eres mi vecino
Ricote. Sí, le contesta, me tuve que ir porque era morisco. Y le dice
Sancho: "¿Por qué te fuiste a Alemania?" Y contesta con una frase
absolutamente luterana: "Porque allí hay libertad de conciencia".
Textual.
JMR: Ese pasaje, capítulo cincuenta y nueve de
la segunda parte, es uno de los grandes motivos de la tradición
intelectual y literaria española en defensa de la tolerancia. Es curioso
cómo en España ahora hay un debate sobre si la historia de España es
normal o es excepcional. Y algunos de los que defienden que la historia
de España es normal parten de múltiples equívocos. Uno de ellos es
extraordinario: es que cada vez que se dice que en España ha habido
momentos de honda intolerancia, como la Inquisición , la Guerra Civil ,
la dictadura de Franco, se responde diciendo que también los europeos
tuvieron algo equivalente. Esto lleva a una situación absurda: que
España es europea por aquello que Europa desprecia, España es europea
por los desastres.
Frente a esta idea existe toda una
corriente intelectual que dice que España es europea, sobre todo, por
sus heterodoxos, justo por quienes una y otra vez volvieron a ese
capítulo del Quijote , desde el propio Azaña a Blanco White, a
Cañuelo, a ciertos ilustrados. Todos ellos reivindicaron que en España
el problema de la expulsión está mal contado. No es que los españoles
expulsaran a los judíos y los moriscos, sino que los cristianos
españoles expulsaron a los españoles judíos y a los españoles moriscos.
JS: Quisiera hacer una breve observación
crítica, semántico-política, sobre lo que ha dicho José María Ridao,
aunque estoy de acuerdo con él en conjunto. Yo quitaría la palabra
franquismo al hablar del relato de hoy. Eso es trivializar lo que fue el
franquismo. En el franquismo no habría sesiones como ésta, no habría
contrapoderes intelectuales para explicar otras historias. Yo hablaría,
más que del franquismo, del relato de la derecha tradicional española,
incluso del nacional-catolicismo... Porque hoy no somos antifranquistas,
somos demócratas contra las tendencias autoritarias, que surgen y
resurgen en las democracias. Pero no somos antifranquistas, y si lo
fuéramos estaríamos muy obsoletos.
Ahora quisiera
entroncar con lo que Emilio ha dicho sobre el trabajo que ha hecho
Alemania con su memoria... Yo he tenido la alegría y el honor de ser
este año orador en el Bundestach. El 27 de enero, que es el día en que
Auschwitz es liberado por el ejército soviético, se produce desde hace
unos años el Día de la Memoria de las Víctimas del Nazismo en el
Bundestach. Un año habla un orador alemán y otro año un orador
extranjero que algo tiene que ver con la historia del nazismo. Como
extranjeros han hablado Elie Wiesel, Bronislaw Geremek y yo mismo. Es un
trabajo constante sobre la memoria. Otro caso: el país en el que más se
ha leído y discutido el libro de un americano -flojísimo
históricamente- sobre las víctimas, que es el de Goldhagen, es Alemania.
En Francia ese libro no ha tenido repercusión. En Alemania, miles de
estudiantes han exigido que se discuta, porque ponía en entredicho la
responsabilidad colectiva alemana, de los pequeños activistas del
nazismo. Este es uno de los factores que hacen de Alemania un país que
hoy debería tener una responsabilidad mayor en Europa: es el país que ha
hecho el mejor trabajo de memoria sobre su propio pasado. Además,
Alemania tiene la experiencia de los dos totalitarismos, nazismo y
estalinismo. Y posee una estructura federal. O sea que es el país más
capacitado para tener más responsabilidad en la construcción europea. En
Alemania no se le hubiera ocurrido nunca a un canciller reaccionar ante
las injustificadas tomas de posición de algunos países del Este que van
a entrar en Europa -no hablo de España, en este caso la crítica tendría
que ser más dura- y decirles, como les dijo Chirac, que son países mal
educados.
Me gustaría añadir que es posible que el olvido sea
un procedimiento democrático. Después de la dictadura de los treinta,
se prohíbe en Grecia recordar los acontecimientos del pasado. Y el
primer artículo del Edicto de Nantes, que termina provisionalmente con
las guerras de religión en Francia y está escrito en un francés
espléndido del siglo dieciséis, empieza diciendo que está prohibido rappeler le trouble du passé , recordar lo problemas, los errores del pasado.
JMR: A veces he tenido la duda, y el último
libro de Günter Grass va en esa dirección, de si es una debilidad para
los europeos el que Alemania haya asumido completamente el coste del
antisemitismo. Porque más se lee la historia europea y más se tiene la
impresión de que los alemanes llevan el antisemitismo a su extremo, pero
también de que el antisemitismo es común. Un caso en nuestro país:
Franco, en el año 42, en Medina del Campo, dice una frase estremecedora:
que lo que está haciendo el régimen alemán con respecto a los judíos no
es más que lo que ya hizo la Reina Católica en 1492. Los alemanes,
desde luego, han hecho su tarea, pero yo me pregunto si no estaremos
haciendo un flaco servicio a Europa al no acompañar ese proceso alemán
con nuestro propio proceso.
JS: En efecto, el problema del
antisemitismo hay que verlo en su conjunto. Existe antisemitismo en todo
país cristiano, es evidente. Y el antisemitismo de masas, ya con
consignas en las calles de París, que eran exactamente las consignas
nazis: Brullons les juifs , quememos a los judíos, es del affair
Dreyfuss. No sólo eso, sino que Alemania parecía hasta muy pocos años
antes del nazismo el país donde -y los judíos alemanes lo han pensado-
podía existir una patria para el judaísmo. Y la historia de la
filosofía, de la literatura alemana de los años treinta es inconcebible
sin la intelectualidad judía. Desde luego, el antisemitismo alemán tiene
la peculiaridad de no haber sido nunca engañoso. Es programático.
Cuando lees a Marx no sabes que va a haber Stalin, no puedes adivinarlo.
Pero cuando lees Mein Kampf sabes que va a haber cámaras de
gas. O sea que la novedad total en la tradición cristiana antisemita es
lo que no es cristiano precisamente, lo que es industrial-pagano.
XA: Como es tan extremo el respeto con el que
Semprún ha tratado siempre el tema del judaísmo en toda la literatura de
los campos, a mí me ha resultado emocionante que la entrada en la
novela sea a través de un personaje que se llama Michael Leidson, hijo
de Raquel Levi, hija de expulsados judíos de Toledo. Me parece que es
toda una respuesta al antisemitismo propio.
JS: Aparte de que la sinagoga del Tránsito es uno de los lugares más hermosos del mundo. ~
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·> Xavier Antich es profesor de Estética de la Universidad de Girona. Autor de La doctrina del ser en Aristóteles (1999).
·> Emilio Lledó (Sevilla, 1927) es catedrático de Historia de la Filosofía y autor, ente otros libros, de El silencio de la escritura , La memoria del logos , Lenguaje e historia y Memoria de la ética .
·> Jose María Ridao (Madrid, 1961) es escritor y diplomático. Autor de los ensayos Contra la historia (2000) y El pasajero de Montauban (2003).
·> Jorge Semprún
(Madrid, 1923) es uno de nuestros grandes intelectuales. Resistente
antifranquista, novelista y guionista de cine, entre su vasta producción
literaria destacan El largo viaje , La escritura o la vida y Autobiografía de Federico Sánchez .
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